Lunes. Te levantas esperando la salida de la cama. ¿Por qué tengo que pararme? Giras un par de veces. Te estiras sin motivo, te dejas llevar por el tiempo. Corren sesenta segundos y parece que es una eternidad. Tienes que pararte y actuar. Primer movimiento: una pierna parece responder las descargas de tu cerebro. No quieres dejarla que reaccione. Se mueve y parece ser quien toma el control de tu vida. Las manos parecen seguir a esa rebelde. Por qué diablos tu cuerpo hace caso. Te resignas a que la vida tiene que seguir. De pronto te ves parado sin saber cómo lo hiciste. Caminas como un desconocido dentro de tu casa. Estas sentado, sientes que tu cerebro te ordena pujar. En qué momento tuviste la necesidad de cagar. No lo cuestiones, la flojera sigue dentro de ti pero sabes que tienes que pararte y limpiarte. Es un proceso de control que te sumerge en lo cotidiano. Pasan unos minutos y estas sacando tu ropa de ese día. ¿Haré ejercicio? Nunca lo sabes, solamente lo haces, hoy no quieres porque de lo contrario ya estarías en marcha. Corren los minutos y te percatas que ha pasado media hora desde que te paraste. El reloj es un mundo fijo que se inmuta pero que tiene el control de tu vida. Te enjabonas. Antes sentiste el frio de tu cuerpo fusionarse con el agua. El temblor produjo que la vida no continúe. Tu cuerpo es quien manda y no sabes porque se lava las partes. Te das cuenta que no tienes el control de tu vida una vez más. Pasa una hora. No desayunas porque tu jefe es un mamón. Si llegas tarde te descuenta. En la escuela era otra cosa, el maestro de mate de la primera hora era un barco, nunca daba clase. Te preguntas porque tu jefe no es un barco y te ves parado frente al metro sin saber cómo diablos estas ahí. El olor a desodorante inunda los vagones, una mujer se maquilla sin importarle que el escote lo tenga más debajo de lo permitido. Señores morbosos no quitan la mirada. Dos amigas platican el suceso y oyes que dicen “qué tipa”. Intentas sacar tu Ipod. Recuerdas que el psicólogo te dijo que lo escuchabas para no escuchar tu consciencia. Notas que muchos usan audífonos.
Sincronización
Lunes. Te levantas esperando la salida de la cama. ¿Por qué tengo que pararme? Giras un par de veces. Te estiras sin motivo, te dejas llevar por el tiempo. Corren sesenta segundos y parece que es una eternidad. Tienes que pararte y actuar. Primer movimiento: una pierna parece responder las descargas de tu cerebro. No quieres dejarla que reaccione. Se mueve y parece ser quien toma el control de tu vida. Las manos parecen seguir a esa rebelde. Por qué diablos tu cuerpo hace caso. Te resignas a que la vida tiene que seguir. De pronto te ves parado sin saber cómo lo hiciste. Caminas como un desconocido dentro de tu casa. Estas sentado, sientes que tu cerebro te ordena pujar. En qué momento tuviste la necesidad de cagar. No lo cuestiones, la flojera sigue dentro de ti pero sabes que tienes que pararte y limpiarte. Es un proceso de control que te sumerge en lo cotidiano. Pasan unos minutos y estas sacando tu ropa de ese día. ¿Haré ejercicio? Nunca lo sabes, solamente lo haces, hoy no quieres porque de lo contrario ya estarías en marcha. Corren los minutos y te percatas que ha pasado media hora desde que te paraste. El reloj es un mundo fijo que se inmuta pero que tiene el control de tu vida. Te enjabonas. Antes sentiste el frio de tu cuerpo fusionarse con el agua. El temblor produjo que la vida no continúe. Tu cuerpo es quien manda y no sabes porque se lava las partes. Te das cuenta que no tienes el control de tu vida una vez más. Pasa una hora. No desayunas porque tu jefe es un mamón. Si llegas tarde te descuenta. En la escuela era otra cosa, el maestro de mate de la primera hora era un barco, nunca daba clase. Te preguntas porque tu jefe no es un barco y te ves parado frente al metro sin saber cómo diablos estas ahí. El olor a desodorante inunda los vagones, una mujer se maquilla sin importarle que el escote lo tenga más debajo de lo permitido. Señores morbosos no quitan la mirada. Dos amigas platican el suceso y oyes que dicen “qué tipa”. Intentas sacar tu Ipod. Recuerdas que el psicólogo te dijo que lo escuchabas para no escuchar tu consciencia. Notas que muchos usan audífonos.